 |
Soñar, después vivir. |
SUEÑOS, Theodor Adorno
Ed. Akal, Madrid, 2005,
198 pp.
El otro día soñé que un exnovio
quería matarme, dispararme porque yo sabía demasiado. Estaba perturbado por la
pena. Con una mano sostenía el revólver y con la otra se tocaba el pelo o
quitaba lágrimas de sus ojos. Yo pensé que era una broma, la recreación de
alguna escena cinematográfica. Yo tenía un pantalón oscuro, un polo claro y una
casaca que nunca he visto. Cuando me di cuenta que no era un juego,
pensé que debía salvarme y empecé a correr. Cambio de escenario. Corro y me
lanzo a una piscina enorme. Bajo el agua veo a un hombre desconocido que tiene
una casaca parecida a la mía. Mientras pensaba si era posible hablar debajo del
agua, me desperté.
He agarrado la costumbre de leer una o dos entradas de Sueños de Theodor
Adorno cada mañana. Cuando compré
este libro me gustó la idea del teórico que se detiene a llevar un diario de sueños, no para analizarlos,
sino solo por comunicarnos
situaciones de realidad onírica, íntima. Los suyos son sueños donde aparecen
intelectuales, prostitutas, familiares y una permanente sensación de muerte. Los sueños nos
son construcciones azarosas e insustanciales. Los sueños, me gustan los sueños, hay algo para pensar después de ellos.