20/8/16

Juan Gabriel: Ídolo popular con el corazón eufórico

El periodista, cronista y ensayista mexicano Carlos Monsiváis escribió sobre el divo de Juárez la crónica Instituciones: Juan Gabriel”, incluida en su libro Escenas de pudor y liviandad (1988). Monsiváis perfila al personaje sin apellido y reflexiona sobre la construcción del ídolo popular por encima de los prejuicios y la masculinidad mexicana exacerbada y necia, que Juan Gabriel supo subvertir como compositor y cantante, poniéndose al frente de un grupo de mariachis, ideal romántico del macho mexicano, para interpretar sus canciones con amaneramiento, desgarro y el corazón eufórico. Acá les comparto, por si les interesa, algunos fragmentos de esa crónica. Al mismo tiempo, va una grabación de Juan Gabriel en el programa Mala noche… ¡No! (1988), conducido por su compatriota Verónica Castro, en donde el Ídolo interpreta dos de sus temas más viscerales: “La farsante” e “Inocente pobre amigo”, y que a mi gusto están entre sus mejores presentaciones. Los dejo entonces con dos grandes: Monsiváis y Juan Gabriel.  

1. “Un Ídolo es un convenio multigeneracional, la respuesta emocional a la falta de preguntas sentimentales, una versión difícilmente perfeccionable de la alegría, el espíritu romántico, la suave o agresiva ruptura de la norma. Sin estos requisitos se puede ser el tema de una publicidad convincente, el talento al servicio de las necesidades de un sector, una ofuscación de la vista o el oído, pero jamás un Ídolo”.

2. “En la sociedad de consumo, el Ídolo (la mayúscula, certificado de licitud) es quien retiene el Falso Amor de las multitudes más allá de lo previsible, más allá de los seis meses de un hit, de los dos años de la promoción exhaustiva, de los cinco años del impulso que no termina de desgastarse.

El Falso Amor –explica George S. Trow– es la Estética del Éxito, que se engendra en el trato familiar. Lo que es amado es un éxito. Lo que es un éxito es amado. ¿Qué es lo más poderoso en el mundo? El amor de millones de seres. ¡Es un Éxito! ¡Lo amamos! ¡Y el Éxito te ama porque tú lo amas porque es un Éxito! […]”.

3. “El hilo conductor en el auge de Juan Gabriel es su voz, alejada de cualquier técnica de los cantantes profesionales, y a tal punto identificada con el material, que si interesan las canciones, interesa esa voz, y si se acepta esa voz, el oído se rinde ante las canciones. Una vez más el Ídolo conduce el límite lo ya iniciado. Daniel Santos y los cantantes de la Sonora Matancera edificaron casa a parte de la trepidante solemnidad de barítonos y tenores, y Agústin Lara, José Alfredo Jiménez y Armando Manzanero han probado que el compositor de fama no es buen o mal intérprete de sus canciones: es único. (Así se oyó la pieza el día de su nacimiento.) Pero la voz de Lara apenas vendió discos, José Alfredo y Manzanero un poco más, y el Arrabal de Daniel Santos, María Luisa Landín y Bienvenido Granda es exactamente lo que se ve: cuartuchos con vírgenes auspiciadas por veladoras, bares usados por los solitarios para musitar el desengaño, cabarets en donde se cuela la tragedia aprovechando los descansos de la orquesta, calles que resplandecen en la madrugada, prisioneras del alma y de la Comandancia.
En cambio, la Provincia evocada y convocada por Juan Gabriel no es ubicable, va del bar a las tres de la mañana a la fiesta de quinceaños, de Nogales a Ciudad Neza, del travesti al diputado, de la lonchería al radio de transistores que acompaña a las prostitutas. Y la fama de Juan Gabriel se acrecienta con la voz: fiado tan sólo a sus intérpretes, sin el sonido que taladra y persuade, el Ídolo nunca habría sido una versión confiable del México de masas”. 

  

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